jueves, 14 de mayo de 2015

Los Borja en Albarracín


            Durante nuestra reciente visita a las obras de restauración de la catedral de Albarracín, pudimos ver un escudo con las armas de la familia Borja. El “hallazgo” tenía sentido ya que al frente de esta diócesis, entonces unida a la de Segorbe, hubo nada menos que cuatro obispos pertenecientes a dicha familia.
            El primer de ellos fue D. Luis Juan de Milán y Borja, hijo de barón de Massalavés, D. Juan de Milán, y de Catalina de Borja, hermana del papa Calixto III, el primer Papa Borja.
            Luis Juan había cursado los estudios de Derecho Canónico en la Universidad de Colonia, ocupando plaza de canónigo en la colegiata de su ciudad natal, Játiva. En 1453, fue nombrado obispo de Segorbe y Administrador de Albarracín. En 1456, su tío lo creo cardenal, con el título de los Cuatro Santos Coronados, desempeñando diversos cometidos en la Corte pontificia. En 1464, regresó a España donde cinco años antes había sido nombrado obispo de Lérida y, aunque vivió hasta 1510, su actividad pública fue muy limitada.  
            El segundo de los Borja que ocuparon esta sede fue Bartolomé Martí o Martín, también nacido en Játiva. Fue mayordomo del cardenal Rodrigo de Borja, futuro Alejandro VI. Nombrado obispo de Segorbe y Albarracín en 1473, su toma de posesión se pospuso hasta 1478, por divergencias en el seno de la propia familia. Ocupó destacados puestos en la Corte papal, donde residió durante toda su vida. Fue Canciller, Mayordomo del Palacio Apostólico y Maestro de la Capilla Papal. Fue creado cardenal en 1496, en un consistorio en el que todos los nuevos cardenales pertenecían a la familia Borja. Llegó a ser Camarlengo del Sacro Colegio Cardenalicio y falleció en 1500, siendo enterrado en la basílica de San Pedro. Ocupó la sede de Albarracín hasta 1498, renunciando a ella con la condición de volver a desempeñarla al quedarse vacante. Así sucedió un año después, por lo que volvió a ser obispo de esta diócesis a la que renunció, en 1500, en favor de su sobrino Gilaberto Martí o Martin.

            El tercero de los Borja, este Gilaberto, había nacido en Alcira en cuyo monasterio jerónimo profesó en 1490. Fue nombrado obispo, merced la gestión de su tio y predecesor, en los últimos días del pontificado de Alejandro VI, ocupando la sede hasta su muerte en Valencia, en 1530. Fue enterrado en Segorbe, donde había mandado edificar su catedral, aunque también mejoró la de Albarracín.




            Le sucedió en el obispado otro Borja, Gaspar Jofre de Borja Llanzol de Romaní que era hijo de Rodrigo de Borja y Montcada, barón de Castellnovo y Anna, y por lo tanto, sobrino nieto del papa Alejandro VI. Su nombramiento como obispo de Segorbe y Albarracín en 1530 fue a propuesta de Carlos V, ejerciendo el derecho de presentación que había sido concedido a los monarcas españoles. Residió habitualmente en Valencia, en la corte de la reina Germana de Foix. Participó en el concilio de Trento, pero tuvo que regresar a Valencia por problemas de salud, falleciendo en 1556. 



            Las armas que aparecen en la capilla que ha dado origen a este comentario son las suyas y, a ambos lados de las mismas, están representados San Esteban y San Jerónimo.
            Como hemos venido señalando las diócesis de Segorbe y Albarracín estaban unidas y la primera era preferida por los obispos que se quejaban del duro clima de la ciudad aragonesa y del carácter agreste de sus habitantes. De hecho, al obispo Gilaberto Martín le mataron a un sobrino en su presencia y con D. Gaspar Jofre “usaron de otros desacatos y libertades”, de manera que, como señalaba otro obispo posterior, D. Martín de Salvatierra, la ciudad era “un nido de tigres en cuyas peñas se habían revolcado los diablos, significando su gran fiereza y abominable aspecto y vista”.
            Nada tiene que ver esta opinión tan parcial, emitida cuando se estaba llevando a cabo el proceso de desmembración de ambas diócesis a finales del siglo XVI, con la realidad actual. Hoy Albarracín es un lugar entrañable y digno de ser visitado en la que las huellas de Borja siguen presentes, aunque sea a través del vino Borsao que es la oferta habitual en todos los establecimientos de hostelería. 

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