viernes, 10 de enero de 2014

Tumultos en un entierro


            Como ya conocen muchos de nuestros lectores, el edificio que aparece a la derecha de la fotografía corresponde al antiguo convento de agustinos recoletos que, tras la Desamortización, fue sede de los juzgados y de la cárcel del Partido, así como de Correos y Telégrafos. Terminó siendo derribado, a mediados del siglo XX, y en su lugar se levanta la sede de Ibercaja.

            El convento fue fundado en los primeros años del siglo XVII y su iglesia, que se alzaba en el espacio ahora ocupado por la calle Nueva, fue escenario de auténticos tumultos ocasionados tras el fallecimiento de uno de los religiosos, el hermano lego fray Bartolomé de Cristo.




            De estos hechos ya nos ocupamos en nuestro Diccionario Biográfico, pero con motivo de un estudio que está realizando D. Alberto Aguilera Hernández, sobre los conventos borjanos, nos ha traído la Historia General de los Religiosos descalzos del Orden de los Hermitaños… del P. Fr. Andrés de San Nicolás y publicada en Madrid en 1664, en la que se hace alusión al convento de Borja.




            Nuestro convento fue la segunda fundación efectuada por la orden en Aragón y, en la breve reseña a la que estamos haciendo referencia, se destaca a dos religiosos que “florecieron” en el mismo, durante los sesenta años transcurridos desde que se fundó el convento y la publicación de la obra. Uno de ellos fue el portugués P. Fray Andrés de Santiago que ejerció como confesor y al que se le denomina “Apóstol” de nuestra comarca.
            El otro fue el citado hermano Fray Bartolomé de Cristo, protagonista de los sucesos que han motivado este artículo. Fray Bartolomé era natural del Toboso y profesó como lego. Le fue encargado el “penoso trabajo” de limosnero, recorriendo las calles de todas las localidades del entorno de Borja, llegando a ser muy respetado por sus virtudes y extraordinariamente querido por todos, ya que era considerado un auténtico santo.
            Cuando falleció, tras una enfermedad soportada con gran paciencia, los ciudadanos de Borja, una multitud de personas se encaminó hacia el convento con el deseo de rendirle el último homenaje. Ante la avalancha que se les venía encima, los religiosos optaron por cerrar las puertas del convento, pero los borjanos no se arredraron y las derribaron violentamente. Una vez dentro se dirigieron al lugar donde velaban el cadáver y provistos de navajas y tijeras le cortaron todo el pelo y la barba, para tener reliquias suyas. Asimismo le arrancaron las ropas que llevaba que, hechas girones, se repartieron entre la multitud. Ante el temor de que despedazaran el cadáver, fue necesario poner guardas para protegerlo y vestirlo de nuevo.
            Aparentemente la situación se controló pero, en el momento en que fue llevado a la iglesia para oficiar el funeral, comenzó a llover copiosamente y, comoquiera que se estaba atravesando por una sequía de varios meses que estaba acabando con los sembrados, la gente interpretó que la oportuna lluvia era un evidente milagro de Fray Bartolomé, trataron de apoderarse de sus restos. Fue necesaria la intervención del Justicia y los Jurados para aquietar los ánimos, consiguiendo con gran esfuerzo el que, finalmente, se pudiera darle sepultura.
            En la pequeña historia de nuestra ciudad no existen constancia de un sepelio más accidentado que hemos querido recordar hoy, cuando el recuerdo de un hombre tan santo, en el sentir popular, se diluyó en el tiempo y sus restos se perdieron, probablemente, cuando se derribó la iglesia donde había sido enterrados.

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