martes, 12 de marzo de 2013

El convento de la Concepción de Borja III. Retablo mayor



            Continuando nuestro recorrido por la iglesia del convento de la Concepción, nos detendremos en su retablo mayor, dedicado a la Inmaculada Concepción, como es lógico. Se trata de una obra en madera dorada y policromada, de un cuerpo dividido en tres calles con un remate semicircular.
            Fueron Ana Isabel Bruñén y María Begoña Senac quienes publicaron, en Aragonia Sacra X, la capitulación suscrita el 1 de noviembre de 1700 entre los ejecutores testamentarios de Dª  Manuela de Falces y el escultor Juan de Abinzano, vecino de Borja, para la realización de dicho retablo.




            Dª Manuela de Falces era viuda de D. Jaime Alcañiz y Vera, un destacado caballero borjano. Ella procedía, probablemente, de Tarazona y fue el 24 de enero de 1697 cuando otorgó testamento, legando la cantidad de 500 libras para la realización del retablo. Sobre el mismo, y talladas en yeso, se encuentra un escudo, timbrado por yelmo que, probablemente, corresponde a sus armas personales. Es curioso que no haya sido objeto de atención, pues ni tan siquiera D. Federico Bordejé lo incluyo en sus notas sobre la heráldica en nuestra ciudad. Nuestra hipótesis se basa en el hecho de que los Falces de Tarazona traen entre sus armas una media luna de plata, con una estrella de ocho puntas. Evidentemente, hay diferencias significativas con este escudo de la Concepción, cuartelado por lo que parece un cordón franciscano y, en cuyo segundo cuartel figura la media luna.



            Pero, en nuestra opinión, hay un hecho significativo sobre el que queremos llamar la atención. Probablemente, el retablo actual no se ajusta exactamente al capitulado con el citado Juan de Abinzano. Entre las estipulaciones pactadas se establecía que “ha de hazer un cascaron adornado en el nicho de la Virgen y adornar lo que no cubriere la Virgen”. La imagen de la Inmaculada no está situada, ahora, en un “cascarón”, como sí ocurre con las laterales y, por otra parte, la mazonería de la parte inferior del retablo es de características muy diferentes a la del remate.




            En la parte inferior destaca la abigarrada decoración de las columnas salomónicas y de las ménsulas que las soportan que, curiosamente, son cuatro lo que sugiere la posibilidad de que, inicialmente, hubo otras dos columnas centrales que fueron eliminadas, colocando en su lugar los arcángeles que existen en la actualidad.




            Es evidente, asimismo, que la decoración del remate presenta características diferentes, siendo su traza más sencilla. De igual manera, llama la atención la introducción de estípites en lugar de columnas.  Es posible que Abinzano no llegara a terminar el retablo o, lo que parece más probable, que fuera remodelado en fecha posterior.



            Que el retablo ha sido objeto de diversas modificaciones lo demuestra un hecho que ha pasado desapercibido a los autores que lo han estudiado. Al describirlo, señalan que sobre la imagen de la Virgen se dispone un tondo a modo de sol, con la paloma que representa al Espíritu Santo. En realidad, se trata de un añadido que oculta el primitivo óculo eucarístico que existió en un momento determinado y que se corresponde con la hornacina, a manera de trasagrario que todavía se conserva en el interior del convento.



            Pero, además, tras la parte inferior de la imagen de la Virgen puede apreciarse un corte circular que pone de manifiesto la existencia de otro óculo eucarístico que, en este caso, se abría a un espacio conservado tras el retablo que, todavía mantiene la pintura que lo decoraba. Todo ello, viene a alimentar nuestra hipótesis que está a la espera de los hallazgos documentales que la corroboren. En cualquier caso, debemos resaltar el sentido inmaculista y eucarístico que siempre caracterizo esta obra.



            La imagen titular es, como hemos señalado, la Inmaculada Concepción que sigue el modelo iconográfico impuesto tras las visiones de Santa Beatriz de Silva, la fundadora de la Orden para la que fue levantado el convento. Viste túnica blanca y manto azul. Está coronada por doce estrellas y tiene a sus pies la media luna y la serpiente que muerde la manzana del pecado original. A ambos lados de sus pies, se disponen dos angelotes de cuerpo entero y la rodean las cabezas de otros sobre nubes. 



            En la parte superior, otro pequeño ángel sostiene entre sus manos la corona dorada, en alusión a la glorificación de María, tras su Asunción a los cielos, como Reina y Señora de todo lo creado.



            La Virgen está flanqueada por dos arcángeles. El de la izquierda es San Miguel, vestido a la usanza militar como príncipe de la milicia celestial. Lleva en su mano derecha la espada y, en la izquierda, el escudo con la leyenda “Quis sicut Deus” (Quién como Dios), que corresponde a la primera parte del “Quis sicut Deus, nemo sicut Deus” (Quién como Dios, nadie como Dios) con el que hizo frente a los ángeles rebeldes, encabezados por Luzbel.



            Más problemas presenta la identificación del que aparece a la derecha ya que no dispone de un atributo específico, salvo el genérico de las alas en la parte posterior. Al hacer pareja con San Miguel, lo razonable es suponer que se trate de otro arcángel y el más cercano, en cuanto a la temática del retablo es San Gabriel, el encargado de la Anunciación que, probablemente, ha perdido el ramo de azucenas que llevaría en su mano izquierda.




            Directamente relacionados con el retablo hay que considerar a estos dos ángeles situados en los ángulos del presbiterio. El de la derecha lleva una cartela con el lema “Tota pulchra es Maria”, mientras que en la del de la derecha aparece “Et macula originalis non est in te”. Se trata del inicio de una antigua plegaria, compuesta en el siglo IV que, en la actualidad, es una de las cinco antífonas que se recitan en las Vísperas de la solemnidad de la Inmaculada Concepción. “Toda hermosa eres María y no hay en ti mancha (o pecado) original”.




            En la calle lateral derecha aparece la imagen de San José, el esposo de María que, en su mano izquierda lleva la vara florida, mientras que con la izquierda se dispone a asir la mano del Niño Jesús.




            En la calle izquierda está representado San Joaquín, esposo de Santa Ana y padre de María que sostiene con su mano derecha la que le tiende la Virgen Niña. Suele ser frecuente esta representación conjunta de San José y San Joaquín, llevando de la mano al Niño Jesús y su Madre, en clara alusión al papel representado por ambos en la educación de los protagonistas del misterio de la Redención.



            En la parte superior del retablo encontramos la representación de Dios Padre, llevando en mano el globo del orbe, en referencia a su condición de Creador.




            El sentido eucarístico del retablo y su concepción trinitaria se complementan con el expositor eucarístico situado en su parte inferior. Revestido de cristal en su interior, se cierra mediante unas puertas que, anteriormente, se movían mediante unas poleas y que, ahora, lo hacen por medio de un mando a distancia.




            Finalmente, citaremos el hermoso frontal del altar en el centro del cual está representada, también, la Inmaculada Concepción. En próximos artículos continuaremos comentando el rico patrimonio de este templo borjano.















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