martes, 22 de enero de 2013

Las bodegas de Maleján



            Situadas en la partida de la Valturera, en el término municipal de Borja, constituyen un interesante conjunto de cuevas destinadas, desde sus orígenes a la producción del vino, a diferencia de algunas de las construidas en el cerro de la Corona que se utilizaron como viviendas, desde finales del siglo XIX. A partir de ellas y aprovechando las fotografías realizadas por Enrique Lacleta, queremos comentar algunos aspectos de estas muestras de la arquitectura popular para conocimiento de nuestros lectores más jóvenes y de otros, de allende de nuestras fronteras que, como ocurrió recientemente, muestran un inusitado interés por las mismas.





            Estas bodegas de propiedad particular se excavaban en los cerros próximos a cada localidad. En el caso de Maleján, generalmente en sentido descendente. El acceso se realizaba por un espacio porticado, de planta rectangular, cubierto por una techumbre de cañas o ramas apoyadas en una estructura tosca de madera, dispuesta a dos aguas o de forma semicircular, siempre recubierta de tierra.



Era habitual que, si el espacio lo permitía,  que a los lados de ese pórtico se dispusieran uno o dos bancos de obra.





 Las puertas eran generalmente de madera, aunque solían ser recubiertas de chapa, en algunos casos, para protegerlas. Disponían de unos orificios en la parte superior que servían como ventilación. Otras veces, estos respiraderos se situaban sobre el dintel, adoptando diversas formas, más o menos decorativas, como los triángulos que aparecen en la fotografía anterior. En ella se aprecia un orificio en la parte inferior que facilitaba el paso de los gatos pues, en ocasiones, se almacenaba grano en el interior.



Tras franquear la puerta, un túnel o “caño” descendía hacia el interior de la bodega. El desnivel se resolvía mediante una rampa o, como en este caso, con unas escaleras.



La bodega, completamente excavada en la roca podía estar por uno o varios espacios. En el caso de la fotografiada, disponía de una sala anterior, a la derecha de la cual se encontraba la “pisadera”, donde se pisaban las uvas que se introducían por la “lumbrera”, a la que luego haremos referencia. El mosto caía a un receptáculo desde el que se llevaba a la cubas. Algunas bodegas tenían una prensa mecánica. Originalmente fueron construidas en madera, incluso el huso. Más tarde se introdujeron prensas de producción industrial.



  En el espacio mayor se encontraban las cubas donde fermentaba el vino. Hoy, en la mayoría de los casos, las cubas han desaparecido al haberse destinado las bodegas a otros cometidos. Era frecuente la existencia de una sala más pequeña, llamada “sacristía” donde se envejecían los mejores caldos.



Las dimensiones de cada bodega podían ser muy variables. En el caso que estamos comentando solían oscilar entre 50 y 100 metros cuadrados, con una altura media de 3 a 4 metros. Todas ellas fueron excavadas a mano por sus propietarios que solían dedicarse a este menester en aquellos períodos de tiempo en los que no tenían que desempeñar otros trabajos agrícolas.



Un elemento fundamental era la “lumbrera” que se abría a la superficie del monte, desde el interior de la bodega. Realizadas en mampuesto, tenían forma cónica y disponían de unos orificios para permitir la ventilación. Por ellas se introducían, a veces, las uvas para lo que existía una abertura mayor, con piedra dispuesta a manera de rampa.




Las lumbreras, dentro de una tipología común, podían tener diferentes tamaños, variando la disposición de sus orificios. En la fotografía superior, aparece el mayor tapado con una gran piedra, mientras que en la inferior se aprecian un elevado número de huecos circulares. Además, en este caso, fue enfoscada con cemento posteriormente.



Cuando dejaron de cumplir su cometido, tras la creación de las cooperativas vitivinícolas, a mediados del siglo XIX, fueron convertidas en lugares de esparcimiento. Siempre compartieron este cometido, pues era habitual reunirse para merendar allí. No obstante, ahora este fin es exclusivo lo que ha impulsado la rehabilitación de muchas de ellas.



A diferencia de otros lugares, en el caso de Maleján esta rehabilitación se ha realizado con cuidado, en muchas ocasiones, utilizando los materiales tradicionales de la zona y manteniendo las características arquitectónicas fundamentales.




Esto es especialmente evidente en el tratamiento de las cubiertas de los porches, en los que se ha utilizado el procedimiento tradicional o, incluso, la madera de las antiguas cubas.



 Distinto es el caso de las lumbreras que, al haberse instalado hogares en el interior de las bodegas, han sido modificadas para introducir por ellas las chimeneas de los mismos.




Pero, en conjunto, el resultado es aceptable aunque, en ocasiones, se utilicen colores llamativos en el tratamiento exterior de los muros.











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